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Article a La Vanguardia (maig 2010 - 1): "Desafección ciudadana, democracias perforadas"

 

En las dos últimas décadas se detecta una creciente desafección política de amplios sectores de la población en la mayoría de las democracias occidentales, incluidas las más antiguas y consolidadas. Los ciudadanos muestran un creciente desapego e insatisfacción hacia determinadas instituciones y actores de su sistema político -el abstencionismo electoral (y el voto en blanco) solo es un indicador de una corriente social y cultural más profunda. Los dirigentes y los partidos están situados en el centro de las críticas. Sin embargo, al mismo tiempo se detecta que el apoyo de los ciudadanos a la democracia liberal se mantiene muy sólido en todos los países, así como el apoyo a distintos tipos de nacionalismo (estatal y no estatal). ¿Por qué se produce la combinación de estos dos fenómenos?.
 
Las instituciones afectadas por el distanciamiento ciudadano son, entre otras, los gobiernos y la administración, los tribunales, los parlamentos -o sea, los tres poderes clásicos, así como, sobretodo, los partidos y los dirigentes políticos. La valoración de estos dos últimos actores es la más negativa. Por una parte, el prestigio y la valoración de los partidos ha caído desde los años noventa en la mayoría de democracias. Al ser éstas últimas “democracias de partidos”, cuando éstos, en conjunto, tienen un problema significa que las democracias tienen un problema. Por otra parte, las exigencias de los tiempos mediáticos conducen a lo que puede llamarse la “paradoja del líder”: cuando éste último posee un claro “peso específico” en términos políticos, ello marca una inevitable tendencia presidencialista en las instituciones y en el partido, mientras que cuando al liderazgo le falta fuerza en su función dirigente, el partido y las instituciones se resienten.
 
En términos generales, las causas de la “desafección” pueden resumirse en dos grandes grupos: las de carácter transversal, presentes en la mayoría de democracias, y las de carácter local, vinculadas a cada sistema político concreto. 
 
Entre las causas transversales suelen observarse las siguientes: la incapacidad de los gobiernos “locales”, es decir, los gobiernos de los estados, para combatir los efectos negativos de la globalización económica y tecnológica (crisis, paro, deslocalización de empresas, delincuencia internacional, influencia de grandes grupos económicos); la falta de capacidad y de reflejos de los partidos para formular proyectos realmente transformadores y que den respuesta a las demandas (contradictorias) en sociedades que son mucho más complejas que las de solo hace cuatro décadas (inmigración, pluralismo cultural y religioso, seguridad); la mayor y más inmediata información de acontecimientos negativos -propiciada por la globalización de las nuevas tecnologías (televisiones, Internet); la inevitable simplificación de los discursos por motivos mediáticos de contracción del tiempo, que provoca lo que podemos llamar la “infantilización retórica” de la comunicación política; la tendencia hacia modelos individualistas centrados en el consumo combinados con una pasividad social que socavan valores comunitarios; etc
 
Entre la causas locales de nuestro sistema destacan las vinculadas al bajo nivel de la discusión política entre partidos -centrada en la crítica y desgaste del adversario y en la obtención del poder como una finalidad en sí misma; los casos de corrupción (Gurtel, Matas, Millet, Pretoria...), incluidos los casos relacionados con la financiación de los partidos; la presencia de una cultura política muy primaria y poco pluralista en términos liberal-democráticos y nacionales en PSOE y PP; unas instituciones judiciales ineficientes que son a veces el hazmerreír de la política comparada (Supremo, TC, CGPJ); unos medios de comunicación que incentivan y priorizan el fuego cruzado de meras declaraciones entre partidos y dirigentes por encima del periodismo de investigación y de análisis en profundidad; la poca o nula voluntad política de los partidos para captar talento de la sociedad (captación de buenos profesionales –ingenieros, arquitectos, politólogos, economistas, juristas, ..), deficiencia que hace que en bastantes casos la elite política esté por debajo de la elite empresarial, cultural, de investigación; etc
 
Son necesarias reformas tanto en las democracias como a escala política global que disminuyan la creciente brecha entre instituciones y ciudadanía. El mundo se globaliza en términos económicos y tecnológicos, pero la política lo hace mucho menos. Nadie está poniendo las bases para poner en práctica respuestas políticas globales. Mientras EEUU y los países del G-8 están perdiendo la oportunidad de crear una sociedad internacional definida en sus propios términos, la UE actual se parece a los físicos termodinámicos y a los ministros de interior: todos se excitan mucho cuando no pasa nada. No estamos aún frente a una crisis global, pero se está perdiendo un tiempo precioso.
 
Ferran Requejo es catedrático de ciencia política en la UPF y coautor de Desigualtats en democràcia, Eumo 2009

 

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